El Camino de Emaús: Coraje para Romper las Cadenas de la Parálisis

Mis consideraciones sobre el Evangelio de Jesucristo según San Lucas 24

Las dificultades derriban a los débiles, pero fortalecen a los fuertes. En el Evangelio de Lucas, capítulo 24, vemos a los discípulos de Emaús regresando a sus vidas anteriores, atrapados en sus debilidades y decepciones. La Palabra de Dios, aunque incómoda, es necesaria porque nos hace ver todo aquello que nos impide avanzar. El Antiguo Testamento no fue anulado, sino cumplido y perfeccionado en Cristo. Sin embargo, muchas veces estamos tan llenos del pasado y, por lo tanto, paralizados, o tan ansiosos por el futuro, que dejamos de vivir el presente.

Los discípulos de Emaús estaban sumidos en la decepción, y la decepción nos hace vivir atrapados entre el ayer y el mañana, incapaces de avanzar. Se frustraron porque querían que Jesús fuera el Mesías a su manera, según sus propias expectativas. ¿Cuántas veces nosotros también nos hemos sentido decepcionados con Dios por no actuar exactamente como queríamos? Dios nos pone a prueba porque sabe que tendemos siempre a la Ley del Menor Esfuerzo.

No podemos quedarnos paralizados ante una decepción, pues las personas y las cosas inevitablemente nos decepcionarán. La decepción, cuando no se supera, nos ciega. Algunas personas, heridas, terminan encerrándose en sí mismas y castigando a otros por sus propios dolores.

El día a día está hecho para caminar y superar, nunca para vivir atados al pasado, pues no podemos retroceder. Jesús caminó con aquellos discípulos, partiendo el pan, un gesto profundamente simbólico.

El pan representa alimento para la mente (psique), el cuerpo y el alma, tres dimensiones nuestras que no son plenas y que, por lo tanto, necesitan ser nutridas. Cristo nos ofrece ese alimento poco a poco. Los discípulos regresaron a la Iglesia, porque es en la comunidad eclesial donde se fortalece la fe, tanto la nuestra como la de los demás. Jesús insistió con ellos, porque Él no se retracta de lo que ofrece y nunca descarta a aquellos que ha escogido. Necesita el testimonio de los discípulos para que todos sepan que ha resucitado y camina vivo entre nosotros.

Nadie avanza solo sin otros que lo guíen, porque esa es la gran invención de Dios: donde haya un hombre o una mujer que crea y ore, allí Él actúa y transforma corazones. Esa misión fue de nuestros abuelos, luego de nuestros padres y, ahora, es el turno de nuestra generación. Si marido y esposa fracasan en su misión, toda la familia puede derrumbarse. Somos responsables y necesitamos asumir nuestra vocación y misión. Cristo nos advierte que nuestra vida se perderá si simplemente dejamos todo como está. ¿Quieres que Dios se manifieste en tu vida? Habla con Él. Las paredes de nuestra casa deben estar llenas de bendiciones, y no de nuestras quejas.

En la tapa del Arca de la Alianza había dos querubines, y Jesús apareció entre los dos discípulos de Emaús, caminando con ellos durante 11 kilómetros, en un paralelismo simbólico con el Arca de la Alianza. Dios se manifiesta donde es bien recibido, donde se le adora. Cuando Él habla, no son solo palabras, sino realidad. Él equilibra nuestras vidas, porque mientras estemos desequilibrados, no podremos recibir Sus bendiciones. Los discípulos no reconocieron a Jesús de inmediato porque estaban en un movimiento de indecisión, en un vaivén constante, dando un paso hacia adelante y otro hacia atrás, y así no salían del lugar. La ansiedad no logra nada; al contrario, paraliza. El deseo de avanzar de manera desordenada solo acumula problemas. Vivir entre sueños y traumas es vivir en ese movimiento confuso. Lo que nos falta es confianza.

Cuando la vida nos presenta sus cuchillas afiladas, muchas veces retrocedemos, y eso nos hace gastar energía y sentirnos cansados, como si no estuviéramos logrando nada. Necesitamos lanzarnos en el Señor y confiar, aunque no veamos señales. Debemos abrir caminos y no mirar atrás. Muchos podrán decir que es una tontería, pero la verdad es que se necesita coraje. Y coraje no es violencia; es la conciencia de que necesitaremos luchar.

¿Por qué dejamos que crezcan dudas en nuestro corazón? Somos capaces de controlar nuestros pensamientos. ¿Podemos dudar de aquello de lo que ya tenemos certeza? No dejes que la duda ocupe el lugar de las certezas que Dios ya ha grabado en tu corazón, pues un corazón que duda es un corazón paralizado. Y la parálisis es el primer estadio de la muerte; la necrosis, el segundo.

Debemos entregar todo en manos del Señor y confiarle nuestra fe. Jesús preguntó a los discípulos de Emaús si tenían alimento, y ellos respondieron que tenían pescado, pero les faltaba el pan. ¿Dónde estaba el pan? Cuando falta el pan, el hombre queda paralizado. Entonces Jesús les abrió el ser. Nuestro ser se cierra ante los miedos y las dificultades, pero la Misa nos permite obtener el pan espiritual y renovar la confianza para enfrentar los desafíos que vendrán. Somos comparados con ovejas no solo por el sacrificio, sino porque, sin pastor, las ovejas no se sienten seguras, no comen, no beben agua y acaban debilitándose.