«El arte debe traer a la vida aquello que la vida no posee, y debe elevar el estado de alma del hombre». – Santo Tomás de Aquino
Los detalles detrás del famoso lienzo de Philippe de Champaigne
Muchos de nosotros ya hemos visto este cuadro famoso, pero ¿somos capaces de percibir los detalles que esta obra esconde? Esta, en particular, está repleta de símbolos que evocan los aspectos más profundos de su dedicación, vida y doctrina. La escena está llena de detalles que presentan el contexto en el que vivió uno de los más grandes Doctores de la Iglesia, y esos detalles pueden pasar desapercibidos, pero son esenciales para entender su grandeza espiritual.

Primero, es importante notar que la imagen está ambientada en una habitación oscura y que en ella hay solo una fuente de luz, que emana del primer cuadrante y que se sugiere que tiene un origen divino, una vez observados los demás elementos a continuación. Tal representación puede ser una analogía del alma o de la vida humana, que permanecen en la oscuridad sin la intervención de la Verdad revelada por medio de Cristo. Para una mejor comprensión de esta obra, vamos a dividirla en cuatro cuadrantes, identificados como A, B, C y D, y explicarla detalladamente a través de cada uno de ellos.

En el cuadrante A, vemos que la Verdad (veritas) viene a través de una luz divina y un viento suave la acompaña, suficiente para mover la página de las Sagradas Escrituras e iluminarlas. Fue la búsqueda de la verdad lo que llevó a san Agustín a su conversión, tras una larga travesía filosófica y espiritual.

La pluma en su mano derecha representa que san Agustín espera pasivamente la iluminación y la guía divinas antes de iniciar sus escritos. Observa también que, todavía en este cuadrante, la luz de la verdad (la llamaremos así) pasa del cuadrante A al cuadrante B y ese movimiento ilumina la mente y, finalmente, calienta el corazón.
Entonces, observa que el cuadrante B indica que los escritos que contienen las reflexiones de san Agustín están colmados de paciencia ante la iluminación de la Verdad y que unen la teología de las Sagradas Escrituras con la racionalidad filosófica. El corazón sobre el pergamino muestra su alma inflamada; por eso, sus escritos buscan expresar todo ese amor que siente por la doctrina cristiana, especialmente en su obra Confesiones.
Aún en ese cuadrante encontramos, escondido al fondo, un cayado, instrumento que los patriarcas y los profetas judíos llevaban y que estaba cargado de significados profundos y simbólicos como liderazgo, autoridad, orientación espiritual, protección divina y el poder de Dios actuando por medio de sus siervos.
Observa que está en reposo, puesto que existe una Verdad manifestada y que ella es suficiente para orientar al pueblo de Dios, dar el sustento espiritual a sus hijos y ser el canal que revela los milagros que Dios obra en nuestras vidas.

En el cuadrante C vemos la parte inferior de la mesa sobre la cual Agustín se inclina para escribir y, dado que esta es la parte más oscura de la imagen, alude a su tumba, sobre la que Agustín simboliza su ofrenda a Dios en vida.
El cuadrante D está lleno de libros y pergaminos caídos, y el santo y Doctor de la Iglesia hace cuestión de pisarlos. Observa los nombres que están escritos en ellos: Pelagio fue el padre del pelagianismo, una de las doctrinas heréticas que Agustín se empeñó en refutar; Ivlannvs es una referencia a João de Leto, otro teólogo que también fue asociado a errores doctrinales que Agustín rechazó. Los libros esparcidos por el suelo sugieren las doctrinas que él refutó o superó, simbolizando su victoria sobre las herejías que amenazaban la integridad de la fe cristiana.
Aún en el cuadrante D, observa que la mesa que sostiene las Sagradas Escrituras está adornada con un buey y la pata de un león, una representación simbólica que remite a los cuatro Evangelistas y a sus respectivas criaturas simbólicas, mencionadas en el Libro del Apocalipsis (Ap 4,7) y en la visión del profeta Ezequiel (Ez 1,10). Estas criaturas están asociadas a los autores de los Evangelios y son representadas con frecuencia en el arte cristiano para simbolizar el mensaje y el poder de los Evangelios.
El Buey (o Toro): simboliza al evangelista san Lucas y, en el contexto cristiano, representa el sacrificio, que remite al Evangelio de Lucas, donde se enfatiza el sacrificio de Cristo y la misericordia divina.
El León: simboliza al evangelista san Marcos. El león se asocia a la realeza y al valor, reflejando el Evangelio de Marcos, que destaca la majestad y el poder de Cristo como Hijo de Dios.
San Agustín, siendo uno de los mayores teólogos de la Iglesia, escribió extensamente sobre los Evangelios y su interpretación teológica. La presencia de estos símbolos en una mesa que sostiene las Escrituras refuerza la conexión entre los Evangelios y la autoridad teológica de Agustín. La mesa, sostenida por estas criaturas, representa la solidez y la fuerza de las enseñanzas evangélicas que fundamentan la obra de Agustín.
Cabe además percibir las vestiduras ornamentadas, indicativas de su dignidad como obispo de Hipona y adornadas con imágenes que remiten a otros santos y figuras bíblicas, subrayando su profunda vinculación con la tradición de la Iglesia.
En la estola se vislumbran figuras que representan a Cristo, reforzando el concepto de la comunión de los santos —una creencia fundamental en la teología católica— y la interconexión entre la fe personal de Agustín y la doctrina de la Iglesia.
Cada elemento de esta imagen teje una narrativa visual que no solo identifica a san Agustín, sino que también celebra su monumental importancia teológica y espiritual.