El arte no es simplemente una expresión emocional o un capricho del artista. Sino un conocimiento ordenado a la producción del bien y de lo bello. Para que el arte sea verdaderamente bueno, debe estar en conformidad con la verdad y el orden natural de las cosas. El arte sacro busca lo sublime y por eso es tan capaz de encantar al hombre.
Hay obras que no solo representan el dolor, sino que hacen que resuene dentro de quien las contempla. “La Flagelación de Cristo”, pintada por Caravaggio en 1607, es una de esas epifanías sombrías en las que el sufrimiento humano se convierte en revelación divina.
Caravaggio es ampliamente reconocido como un maestro de la técnica del claroscuro, un estilo de pintura que explora el contraste dramático entre la luz y la sombra para crear profundidad e impacto visual.
Muchos de nosotros ya hemos visto este cuadro famoso, pero ¿somos capaces de percibir los detalles que esta obra esconde?
